Saludos, en esta entrada os dejo una actividad propuesta por la profesora Ana Galvan en su blog, (aquí), el cual os animo a visitar pues podéis encontrar mucha más información y actividades sobre el Antiguo Egipto en particular y sobre el arte en general.
En ésta actividad nos propone leer un texto, dónde el historiador del arte E. Gombrich describe la civilización egipcia, y responder a un cuestionario:
“En África hace calor y pasan meses y meses sin llover. Por eso, en muchas regiones, crecen muy pocas plantas. La tierra es desértica. Así ocurre a derecha e izquierda de Egipto. En el propio Egipto no llueve tampoco con frecuencia. Pero en aquel país no se necesitaban lluvias, ya que el Nilo lo atraviesa por medio. Dos veces al año, cuando llovía mucho en sus fuentes, el río inundaba todo el país. Y había que recorrerlo con barcas entre casas y palmeras. Y cuando el agua se retiraba, la tierra quedaba magníficamente empapada y fertilizada con un jugoso barro. Entonces, bajo el calor del Sol, crecían allí los cereales tan magníficos como en casi ningún otro lugar. Por eso, los egipcios rezaban a su Nilo desde los tiempos más antiguos, como si se tratara del propio buen Dios. El Nilo enriqueció tanto al país que Egipto llegó a ser también muy poderoso. Sobre todos los egipcios gobernaba un rey. El primer rey soberano del país fue, precisamente, el rey Menes. ¿Sabes cuándo ocurrió aquello? 3.100 años a. C. ¿Recuerdas, quizá, por la historia de la Biblia cómo se llaman en ella los reyes de Egipto? Faraones. El faraón era increíblemente poderoso. Vivía en un inmenso palacio de piedra, con grandes y gruesas columnas y muchos patios; y lo que decía tenía que hacerse. Todos los habitantes del país debían trabajar para él cuando él quería. Y a veces lo quería.
Un faraón que vivió no mucho después del rey Menes, el rey Keops —2.500 años a. C.— ordenó, por ejemplo, que todos sus súbditos contribuyeran a levantar su tumba. Tenía que ser una construcción como una montaña. Y así fue, por cierto. Todavía existe hoy. Se trata de la famosa pirámide de Keops. Quizá la has visto ya muchas veces en fotografía. Pero no puedes ni imaginar su tamaño. Cualquier gran iglesia cabría dentro de ella. Se puede trepar sobre sus bloques gigantescos; es como escalar una montaña. Y, sin embargo, quienes llevaron sobre rodillos y apilaron unas sobre otras esas enormes piedras fueron seres humanos. En aquellos tiempos no había aún máquinas. A lo más, rodillos y palancas. Todo se debía arrastrar y empujar a mano. Imagínate, ¡con el calor que hace en África! Así, a lo largo de 30 años, unos 100.000 hombres bregaron duramente para el faraón durante los meses que dejaba libre el trabajo de los campos. Y cuando se cansaban, un vigilante del rey les obligaba a continuar arreándoles con látigos de piel de hipopótamo. De ese modo arrastraron y levantaron las gigantescas cargas; todo para el sepulcro del rey.
Quizá te preguntes cómo se le pasó al rey por la cabeza hacerse construir aquella gigantesca sepultura. Eso tiene que ver con la religión del antiguo Egipto. Los egipcios creían en muchos dioses; a la gente con esas creencias se les llama paganos. Según ellos, varios de sus dioses habían gobernado anteriormente en la Tierra como reyes; por ejemplo, el dios Osiris y su esposa, Isis. También el Sol era un dios, de acuerdo con sus creencias: el dios Amón. El mundo subterráneo está gobernado por otro con cabeza de chacal, llamado Anubis. Los egipcios pensaban que cada faraón era hijo del dios Sol. De no haber sido así, no le habrían tenido tanto temor ni habrían permitido que les diera tantas órdenes. Los egipcios tallaron figuras de piedra gigantescas y mayestáticas para sus dioses, tan altas como casas de cinco pisos; y templos tan grandes como ciudades enteras. Ante los templos se alzaban elevadas piedras puntiagudas de granito hechas de una pieza; se llaman obeliscos. Obelisco es una palabra griega. En varias ciudades puedes ver aún hoy esos obeliscos traídos de Egipto.
Para la religión egipcia eran también sagrados algunos animales, como, por ejemplo, los gatos. Los egipcios imaginaban así mismo algunos dioses con figura de animal, y los representaban de ese modo. El ser con cuerpo de león y cabeza humana que llamamos «esfinge» era para los antiguos egipcios un dios poderoso. Su gigantesca estatua se encuentra al lado de las pirámides y es tan grande que en su interior tendría cabida todo un templo. La imagen del dios sigue vigilando los sepulcros de los faraones desde hace ya más de 5.000 años; la arena del desierto la cubre de vez en cuando. ¡Quién sabe cuánto tiempo más seguirá haciendo guardia!
Pero lo más importante en la curiosa religión de los egipcios era la creencia en que las almas de las personas abandonan, sin duda, el cuerpo al morir el ser humano, pero siguen necesitándolo de algún modo. Los egipcios pensaban que el alma no podía sentirse bien si su anterior cuerpo se transformaba en tierra tras la muerte.
Por eso conservaban los cadáveres de los difuntos de una manera muy imaginativa. Los frotaban con ungüentos y jugos de plantas y los envolvían en largas tiras de tela. Estos cadáveres conservados así e incorruptibles se llaman momias. Hoy, después de muchos miles de años, no se han descompuesto todavía. Las momias se depositaban primero en un ataúd de madera; el ataúd de madera, en otro de piedra; y el de piedra no se introducía tampoco en la tierra, sino en una sepultura de roca. Quien podía permitírselo, como el «hijo del Sol», el faraón Keops, hacía que se levantara para él toda una montaña de piedra. ¡Allí, muy dentro de su interior, la momia estaría, indudablemente, segura! Eso es lo que se esperaba. Pero todas las preocupaciones y todo el poder del rey Keops fueron inútiles: la pirámide se halla vacía.
En cambio, se han encontrado conservadas todavía en sus sepulcros las momias de otros reyes y de muchos antiguos egipcios. Estas sepulturas están dispuestas como viviendas para las almas cuando acudían a visitar su cuerpo. Por eso había en ellas alimentos, muebles y vestidos, y muchas imágenes de la vida del difunto, incluido su propio retrato, para que el alma encontrase la tumba correcta cuando deseaba visitarla.
En las grandes estatuas de piedra y en las pinturas realizadas con bellos y vivos colores vemos todavía hoy todas las actividades de los egipcios y el tipo de vida que entonces se llevaba. Es cierto que no pintaban propiamente de manera exacta o natural. Lo que en la realidad aparece detrás se suele mostrar allí superpuesto. Las figuras son a menudo rígidas: sus cuerpos se ven de frente, y las manos y los pies de lado, de modo que parecen planchados. Pero los antiguos egipcios lograban lo que les interesaba. Se ven con gran exactitud todos los detalles: cómo cazan patos en el Nilo con grandes redes; cómo reman y pescan con largas lanzas; cómo trasiegan agua a los canales para los campos; cómo arrean las vacas y las cabras a los pastizales; cómo trillan el grano y cuecen pan; cómo confeccionan calzado y ropa; cómo soplan vidrio—¡ya sabían hacerlo entonces!—, moldean ladrillos y construyen casas. Pero también se ven muchachas jugando al balón o tocando la flauta y hombres que van a la guerra y traen a su país extranjeros prisioneros, por ejemplo negros, con todo el botín.
En las sepulturas de las personas distinguidas se ven llegar embajadas de otros países portando tesoros; y cómo el rey condecora a sus ministros fieles. Se ve a los muertos rezar ante las imágenes de los dioses con las manos alzadas; y se les ve también en casa, en banquetes con cantantes que se acompañan al arpa y saltimbanquis que ejecutan sus piruetas.
Junto a estos grupos de imágenes abigarradas se reconocen también casi siempre pequeñas figurillas de lechuzas y hombres, flores, tiendas, escarabajos, recipientes, pero también líneas quebradas y espirales, contiguas o superpuestas y muy juntas. ¿Qué pueden ser? No son imágenes; sino escritura egipcia. Se llaman jeroglíficos. La palabra significa «signos sagrados», pues los egipcios se sentían tan orgullosos de su nuevo arte, la escritura, que el oficio de escriba era el más respetado de todos, y la escritura se consideraba casi sagrada.
¿Quieres saber cómo se escribe con esos signos sagrados, o jeroglíficos? En realidad, no era nada fácil aprenderlo, pues funcionaba de manera similar a los acertijos hechos con imágenes, llamados igualmente jeroglíficos. Cuando se quería escribir el nombre del dios Osiris, a quien los antiguos egipcios llamaron Vosiri, se dibujaba un trono, que en egipcio se dice «vos», y un ojo, en egipcio «iri». Eso daba la palabra «Vosiri». Y, para que nadie creyera que aquello quería decir «ojo del trono», se añadía casi siempre al lado una banderita. Era el símbolo de los dioses, de la misma manera como nosotros escribimos una cruz junto a un nombre cuando queremos indicar que la persona en cuestión está ya muerta.
¡Ahora ya puedes escribir también tú «Osiris» en jeroglífico! Pero, piensa el esfuerzo que debió de suponer descifrar todo aquello cuando, hace unos 180 años, se comenzó a trabajar de nuevo sobre los jeroglíficos. El desciframiento sólo fue posible por el hallazgo de una piedra en la que aparecía el mismo contenido en lengua griega y en jeroglíficos. Y, sin embargo, fue todo un acertijo que requirió el esfuerzo de una vida entera de grandes eruditos.
Hoy podemos leer casi todo. No sólo lo que aparece en las paredes, sino también lo escrito en los libros. Sin embargo, los signos de los libros no son ni con mucho igual de claros. Los antiguos egipcios tenían, realmente, libros. Pero no de papel, sino de una especie de juncos del Nilo llamados en griego papyros, de donde viene nuestra palabra «papel».
Se escribía en largas tiras que, luego, se enrollaban. Se ha conservado una buena cantidad de esos libros en rollo; en ellos se leen actualmente muchas cosas y cada vez se ve mejor lo sabios y avispados que eran los antiguos egipcios. ¿Quieres oír un refrán escrito por uno de ellos hace 5.000 años? Tendrás que prestar un poco de atención y reflexionar bien acerca de él: «Las palabras sabias son más raras que el jade; y, sin embargo, las oímos de boca de pobres muchachas que dan vueltas a la piedra de moler».
Como los egipcios fueron tan sabios y tan poderosos, su reino duró largo tiempo. Más que cualquier otro hasta entonces. Casi 3.000 años. Y, así como conservaron cuidadosamente los cadáveres para que no se descompusieran, así también guardaron rigurosamente durante milenios sus antiguos hábitos y costumbres. Sus sacerdotes procuraban con toda exactitud que los hijos no hicieran nada que sus padres no hubieran hecho ya. Todo lo antiguo era sagrado para ellos. (...) Durante casi tres mil quinientos años se sepultó a las personas en forma de momias, se escribió en jeroglíficos y se rezó a los mismos dioses, tal como se había hecho en tiempos del rey Menes. También se siguió venerando a los gatos como animales sagrados. Y si me lo preguntas, te diré que, en mi opinión, los antiguos egipcios tenían razón, al menos en esto.”
Cuestionario
1. La riqueza del antiguo Egipto provenía de....
2. ¿Quién era Keops? ¿Cuántos hombres se cree que trabajaron para construir la pirámide de Keops?
3. Señala varias características de la religión del antiguo Egipto
4. La temática de la pintura del antiguo Egipto trata sobre...
5. Según el texto, ¿qué significa la palabra “jeroglífico”?
6. La palabra “papel” procede de la palabra...
7. Aproximadamente, ¿cuántos años duró la civilización del antiguo Egipto?
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