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miércoles, 18 de noviembre de 2015

Discóbolo de Mirón



La plenitud del Clasicismo se alcanzó en la segunda mitad del siglo V a.C.

La escultura griega clásica busca la belleza ideal en la armonía y proporción. El cuerpo humano desnudo se concibe como un edificio unitario, aunque sus partes deben mostrar también con claridad sus líneas fronterizas.


El primer escultor del clasicismo fue Mirón, un broncista cuya obra maestra es el Discóbolo.




No se conoce la identidad del hombre que esculpió Mirón, pero posiblemente fuera uno de los grandes deportistas olímpicos de su época.

El lanzamiento de disco consistía, al igual que en la actualidad, en que varios competidores lanzaban un disco tratando de alcanzar la mayor distancia posible. Los discos pesaban entre uno y cinco kilos. Para ser el mejor había que estar muy en forma y tener muchos años de entrenamiento a las espaldas.

Los lanzadores tenían que girar su cuerpo, echar el brazo hacia atrás y coger impulso para que el disco saliera disparado con la mayor fuerza de la que eran capaces.




Los atletas competían totalmente desnudos y untados en aceite de oliva, por eso se representan así. Esto venía muy bien a los artistas griegos, quienes consideraban al hombre centro de todas las cosas y el ser más perfecto jamás creado. Representando el cuerpo humano sin ninguna prenda que le cubriera, podían mostrar todos sus conocimientos de anatomía y la idea que tenían de lo que debía ser un cuerpo proporcionado y bello. Por supuesto, en sus obras dejaban claro el gran dominio que tenían de la técnica.


Contrasta la tensión de los músculos de las piernas y los hombros con la fría serenidad del rostro, como si el esfuerzo no afectase a la expresión.








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