La forma en que Bacon retrató al cuerpo humano se origina en el trauma que le ocasionó la guerra y las consecuencias psicológicas de esta, además de su propia interioridad: fue expulsado de su casa a los 16 años al manifestar su homosexualidad y tendía fuertemente hacia la autodestrucción. Sus primeros éxitos datan de 1944, cuando realiza el tríptico Tres estudios de figuras junto a una crucifixión, considerada una de las obras clave de la pintura contemporánea. Justamente nace con esta obra su predilección por el tríptico, formato que le dio un sello personal y donde se acerca al motivo desde distintos ángulos pero siempre manteniendo la unidad de la obra, generando una sensación de ambiguedad sobre el objeto, en especial en los retratos.
En 1949 comienza su serie de versiones sobre el Retrato de Inocencio X de Velázquez (arriba), un momento clave en su obra y donde se reúnen las ideas pictóricas sobre la angustia y la expresión atormentada de sus personajes que luego desarrollaría con profusión, como el gusto de presentar los rostros de manera borrosa, a la manera de una pesadilla. Influenciado por el noruego Edvard Munch, es en las décadas del 50′ y 60′ que Bacon logra repercusión en los círculos del arte, siendo adquiridas por importantes museos.
Otro momento clave en su carrera fue el encuentro con George Dyer en 1964, a quien sorprendió robando en su taller y que luego se transformaría en su amante, en una relación tormentosa que le provocó una estimulación creativa notable, con gran cantidad de pinturas, entre ellas varios retratos de Dyer. Este terminó suicidándose con barbitúricos en 1971.
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