En las primeras décadas del siglo pasado se asiste a una completa mutación de los presupuestos sobre los que se asentaba la creación artística. El fenómeno es muy complejo y su comprensión no resulta fácil por varias razones: en primer lugar por una razón cronológica, la falta de perspectiva histórica, un problema que se agiganta a partir de 1945. En segundo lugar por la propia complejidad del arte actual, una diáspora de tendencias con ramificaciones que se entrecruzan, con lo que cada hecho artístico hay que ponerlo en relación con las tendencias y aspectos que lo conforman. Por último, por un cambio de actitud por parte de los artistas que renuncian a la evolución por años de plenitud (teoría de Ortega), moviéndose a lo largo de su carrera entre diferentes tendencias y movimientos.
Xavier Rubert de Ventós (El arte ensimismado, Barcelona, 1963), interpreta la evolución del arte en el siglo XX como un camino en busca de su propia esencia, rechazando todo lo accidental y fenoménico en la búsqueda de su mismidad.
El proceso comienza en el siglo XIX y su primer paso es la liberación del artista que traerá el Romanticismo. Con el Impresionismo el arte se libera de la narración, suprimiendo todo rasgo literario, pero continúa sirviéndose de efectos que están fuera de su esencia, ya que su finalidad era todavía reflejar fielmente la naturaleza y, además, cayendo en lo más superficial de ésta: los fenómenos lumínicos. Los posimpresionistas (Van Gogh, Cezanne y Gaugin) reaccionan contra la apariencia, la obra de arte no tiene que ser un reflejo de la naturaleza sino la creación de una nueva naturaleza. Al tiempo comienza la liberación del color y de la forma que dejan de ser fieles a la realidad y pasan a constituir una nueva realidad, expresión de la necesidad profunda del pintor de dar forma a su concepción particular de la vida y la naturaleza.
Hacia 1905 fauvismo y expresionismo completarán la liberación del color, en tanto que el cubismo, el futurismo y el orfismo hacen lo propio con la forma. Sigue existiendo, sin embargo, la “alienación” figurativa aunque reducida a su esencialidad geométrica y dotada por el cubismo de una nueva dimensión espacio-temporal .
Pronto se dará el paso hacia la abstracción (ca. 1911) que supone la completa desaparición de la figuración (Kandinsky, Mondrian, Klee...). El arte ha dejado de servirse de elementos exteriores pero continúa atado a conceptos preestablecidos como es la noción de “cuadro”. Los dadaístas (ca. 1914) se encargarán de la transformación de lugar que conduce a la obra pura. El ciclo estaba cerrado y no se podía ir más allá, ya que el paso siguiente sería la eliminación pura y simple de la obra de arte (llegaron a exponerse lienzos en blanco y marcos vacíos) y la desaparición del artista. Los caminos estaban cerrados y así el período 1925-45 es de total sequía en lo que a la creación artística se refiere.
Después de la II Guerra Mundial, las teorías filosóficas de Bergson sobre la materia hacen renacer las concepciones esencialistas del arte. La esencia de la pintura, se dice ahora, no es otra que la propia materialidad de los pigmentos, el artista ha de expresarse a través de éstos con completa libertad. Más que de estética cabe ahora hablar de poética en sentido estricto (del griego poiein=hacer). El artista se manifiesta por medio de la propia ejecución, del mismo gesto de pintar (es el Arte gestual o Expresionismo abstracto). La Action painting no representa ni expresa ninguna realidad, ni subjetiva ni objetiva. Se trata tan sólo de descargar una tensión acumulada sobre el lienzo. Es una acción no proyectada en un mundo en el que todo se proyecta, una reacción violenta del artista-intelectual contra el artista-técnico, una expresión de malestar en una sociedad del bienestar. Pollock no se sirve de la pintura para expresar conceptos o juicios. Desahoga su ira contra la sociedad proyectista sirviéndose además de sus propias armas : los nuevos productos (acrílicos, ducos, pinturas metalizadas) que la sociedad industrial le proporciona. El expresionismo abstracto tuvo un extraordinario éxito comercial durante los años 50, coleccionistas y galerías de arte se disputaban las obras de Pollock, Rothko o Tapies, sin embargo su éxito fue efímero, a finales de la década decae el interés por un movimiento que conducía al mercado del arte a un callejón sin salida ante la imposibilidad de establecer criterios objetivos de calidad. En otras palabras, de distinguir un cuadro bueno de otro malo.
De nuevo un ciclo cerrado y la respuesta surgirá pronto, en los años 60, con una nueva alienación figurativa (Pop-Art, hiperrealismo), con una recuperación del tema, de la representación realista de los objetos aunque se trate, en el caso del Pop-Art de un realismo innovador que busca el choque con el espectador por medio de una original selección de los motivos, tomados de la vida cotidiana : marcas publicitarias (Sopas Campbell de Andy Warhol), estrellas del celuloide (Liz Taylor y Marilyn Monroe de Warhol), imágenes de la cultura de masas, del mundo del comic (Muchacha con lágrima de Roy Lichtenstein) que los artistas aíslan y reproducen con procedimientos mecánicos (fotocopias etc.) manteniendo incluso las “huellas” de su procedencia del mundo de la imagen editorial, del comic, de la publicidad. Se trata de una visión acrítica, irónica en todo caso, de la sociedad de consumo representada por medio de sus imágenes-símbolo, un juego tras el que subyace una reflexión teórica sobre el concepto de arte, entendido como producto de un hecho, de un acto de libertad individual, una elección subjetiva ante las cosas: Arte es todo aquello que se presenta como tal.
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